La autoestima es la percepción sobre cómo nos valoramos, tanto en lo que somos como en lo que hacemos
Tenemos un espacio muy reducido para presentar a la autoestima sobre la que se ha escrito, comentado, realizado cursos, talleres, comercializado libros de autoayuda y no se sabe cuántas cosas más. Se ha convertido en una palabra en demasiadas ocasiones manida, que sirve para “un roto y también para un descosido”, pero más allá del popularizado “quiérete a ti mismo” vamos a intentar dar una mayor claridad sobre su contenido e implicaciones fundamentales en el desarrollo de esta especie que somos nosotros, los humanos.
Allá por el S XIX W. James acuñó el concepto, con alta probabilidad, sin sospechar la repercusión difusiva que tendría en el futuro. Como sucede con tantos otros constructos en psicología existen divergencias según la escuela que lo enfoque así como orígenes lejanos en la filosofía clásica, aunque los maestros de la antigüedad no empleasen los mismos significantes. El principio básico antes que empezar a decir tipo mantra “yo lo valgo, yo me amo” es el de conocerse a uno mismo, ya que gracias a ello percibimos quiénes y cómo somos, nuestros puntos fuertes, nuestros límites, nuestra superación y evolución, cómo estamos y actuamos y también la autoaceptación, el equilibrio y la capacidad de asertividad así como la resiliencia.
Intentando ser lo más asépticos posible diremos que la autoestima son las percepciones, pensamientos, sentimientos, tendencias de comportamiento y evaluaciones dirigidas hacia nosotros mismos, o sea, hacia nuestra manera de ser así como hacia nuestro estar ya sea en el aspecto físico como en el carácter. Añadiremos, considerando nuestro vital componente de interacción social en nuestro desarrollo, la perspectiva de Rosenberg. Dicho autor entiende a la autoestima como un fenómeno actitudinal generado por fuerzas sociales y culturales. Se va formando en un proceso de comparación en el que se implican valores y discrepancias. El diverso grado de autoestima de la persona se relaciona con la percepción del sí mismo en comparación con los valores personales. Estos valores fundamentales se han constituido mediante el proceso de socialización. Si la distancia entre el sí mismo ideal y el sí mismo real es leve, la autoestima es alta. Pero así como se incrementa la distancia, más baja será la autoestima aunque la persona sea considerada favorablemente por otros.
Existe conformidad en la importancia que tiene el grado de autoestima y su relevancia en diversos cuadros psicopatológicos, así como en la necesidad de recurrir a la búsqueda de ayuda profesional, o el vínculo con el estrés y con el estado de bienestar. Siendo más concretos, la baja autoestima se ha asociado frecuentemente con la depresión, trastornos alimentarios, trastornos de personalidad, ansiedad, fobias.
¿Cuáles son los motivos por los que un niño tiene la autoestima baja?
Siendo flexibles y abiertos diremos que la formación de la autoestima tiene su inicio cuando estamos en el vientre materno, empezando por no trasladar al nasciturus nuestras expectativas personales, ya que el nuevo ser, aún siendo hijo nuestro, es una criatura diversa que necesita y tiene derecho a ser él mismo, a reconocerse, aceptarse, valorarse y a superarse, recordemos la esencia de los versos de Khalil Gibran: “Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de la llamada de la vida a sí misma. Vienen a través vuestro, pero no de vosotros. Y aunque estén con vosotros, no os pertenecen…”. No es tan sencillo y sucede que a lo largo del desarrollo del menor, y después, con sucesivas experiencias vitales, el joven puede alejarse de un autoconcepto positivo, o quizás nunca estuvo próximo.
Para que nuestros hijos sean adultos seguros y se acepten de forma incondicional, nosotros tenemos que crear el caldo de cultivo desde la infancia, ya que los adultos somos el motor de su autoestima y se mirarán tal y como fueron mirados.
Los motivos por los que esto ocurre son diversos. Puede que en su etapa inicial de formación haya sufrido la valoración negativa de sus figuras más cercanas, que haya adquirido hábitos como el autocastigo por hipotéticamente haber fallado o no corresponder a determinadas expectativas, que se dé el desconocimiento de sí mismo así como un déficit de comprensión y de valoración hacia sus pensamientos, decisiones, sentimientos, siendo autocrítico y autoexigente.
La autoestima no se “compra” ni es competitiva, tampoco es prepotente, aunque existe mucha confusión y sí que es muy importante nuestra interacción con los demás y humanamente necesaria, nuestro sano autoconcepto no es ganar el reconocimiento y la aceptación de los demás y ni mucho menos a cualquier coste.
Las dificultades del aprendizaje y desarrollo sin diagnosticar ni tratar pueden provocar en el niño frustración, desmotivación, baja autoestima y fracaso escolar.
Una autoestima inadecuada deja pistas en el comportamiento de los niños
Tales como:
- autocrítica
- hipersensible a evaluaciones, observaciones y comentarios
- incertidumbre e indecisión
- deseo excesivo de complacer
- perfeccionismo
- hostilidad e irritabilidad
- exagerado sentimiento de culpabilidad
- tendencias defensivas…
La repercusión del desequilibrio en la autoestima en adolescentes se presenta en forma de trastornos psicológicos, cognitivos, de conducta y somáticos
Trastornos psicológicos:
- anhedonia o incapacidad para sentir placer
- desesperanza y pesimismo
- inquietud e irritabilidad
- visión incierta del futuro…
Trastornos afectivos
- ansiedad
- miedos y fobias
- dificultad en la toma de decisiones
- depresión…
Trastornos cognitivos
- problemas de concentración y de atención
- ideas repetitivas
- captación deficitaria de estímulos así como de hechos de la vida cotidiana
- dificultad en la comunicación…
Trastornos de conducta
- mal rendimiento académico
- negligencia en sus deberes y responsabilidades
- tendencia al consumo de sustancias nocivas
- problemas en sus relaciones con sus iguales…
Trastornos somáticos
- tensiones musculares
- dolores de cabeza
- problemas del sueño
- enfermedades digestivas
- trastornos alimentarios
- alteraciones en la frecuencia del ritmo cardíaco…
La división en los tipos de trastornos resulta forzada ya que se presentan, en la práctica real, con interconexión del mismo modo que no es exhaustiva.
De lo brevemente expuesto hasta aquí se deduce la importancia y relevancia de una adecuada autoestima y ajustado autoconcepto para el equilibrio de la persona y el bienestar físico y psíquico.
Tenemos la posibilidad y elección de fomentar y apoyar una alta autoestima en nuestros menores, empezando desde el momento cero de su existencia, conociéndoles, aceptándoles, generándoles la opción para que ellos también lo hagan consigo mismos.
Algunas PAUTAS útiles para fomentar una autoestima sana:
- Darle afecto y atención estableciendo un vínculo de apego seguro, especialmente relevante en los primeros años de vida. Conocerlo y reconocerlo en su individual singularidad, con ello estamos valorando y aceptando al niño tal como es, guiándoles de este modo a que también lo haga él consigo mismo.
- Mostrarle sin juicios ni críticas sus límites, asumiendo que es normal y que también es característica humana poder superarse a sí mismo sin exigencias ni comparaciones, permitiendo al niño la adaptación para conseguir sus logros desde sus capacidades y recursos, retroalimentando su motivación.
- Promover y apoyar su autonomía.
- Ser conscientes de que los adultos cuidadores, especialmente los progenitores, somos referentes y modelos para nuestros menores.
- Importantísimo observar atentamente al infante y realizar una detección temprana ya que la autoestima, o mejor dicho su déficit es fundamento de ulteriores dificultades ya sean de aprendizaje, de desarrollo, así como emocionales y comportamentales.
Detección temprana de la baja autoestima
Un programa como dìde , facilita una evaluación orientadora del perfil del alumno para la detección precoz de la baja autoestima, también la opción de señalar otros indicadores, hasta un total de 35, de diversas dificultades emocionales, comportamentales, de educación y aprendizaje así como de desarrollo y social, llevando a cabo un cribado conveniente y facilitador para el éxito del desarrollo del menor.
Detección temprana de dificultades del aprendizaje y desarrollo