Entre otras funciones, el orientador identifica las necesidades educativas en el centro, en las aulas y en los alumnos, o dicho de otro modo, la prevención y detección de problemas de aprendizaje, coordina la evaluación psicopedagógica y realiza el informe psicopedagógico.
El tiempo transcurre inexorablemente para todos del mismo modo que para el orientador educativo, que en su “bóveda celeste” de macroactividades especificadas en “estrellas” de tareas profesionales, aún con la mejor voluntad, dedicación y saber hacer, se puede hallar no sólo desbordado, sino además encontrarse con paradojas.
La ratio que manejan los orientadores (una media de 800 y lejos de los 250 alumnos por orientador que recomienda la Unesco) obliga a los profesionales a desdoblarse, no les permite atender a los alumnos con el rigor que deberían. No pueden PREVENIR Y DETECTAR TEMPRANAMENTE sino “apagar fuegos”. Este sector es clave para poner freno al fracaso escolar y ofrecer una EDUCACIÓN INCLUSIVA, enfocada en la ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD.
Algunas funciones del orientador educativo
- Asesora a la comisión de coordinación pedagógica y de atención a la diversidad así como al equipo directivo y a los profesores, en los elementos constructivos de los proyectos curriculares.
- Participa en la planificación y el desarrollo de las adaptaciones curriculares dirigidas a los alumnos que las precisen del mismo modo que en los programas de diversificación y de garantías sociales.
- Colabora con los tutores en la elaboración del consejo orientador académico y profesional.
- Coordina, especialmente en Infantil y Primaria con otros recursos que puedan ofrecer Servicios Médicos, Servicios Sociales, medios de la Comunidad.
- Asesoramiento a familias y…
Todo este inmenso despliegue con el loable objetivo de que los menores lleven a cabo su desarrollo en todos los sentidos pero más centrado en el educativo y, sea cual sea su necesidad, de la forma más optimizada.
Pero focalicémonos en dos de las funciones que hasta aquí no hemos mencionado siendo las mismas el perno principal sobre las que girarían el resto de la maquinaria. El orientador identifica las necesidades educativas en el centro, en las aulas y en los alumnos, o dicho de otro modo, la prevención y detección de problemas de aprendizaje. Quede bien claro que no lleva a cabo diagnósticos clínicos, ni intervenciones terapéuticas. Y el otro puntal, cuando así se requiere, coordina la evaluación psicopedagógica y realiza el informe psicopedagógico.
La realidad a afrontar cotidianamente del orientador es ardua y compleja por ser habitual que trabaje con una gran ratio de menores que con los sistemas tradicionales de exploración objetivamente no es viable ni por el coste temporal ni por el económico, dedicándose principalmente a los casos de alumnos con signos más evidentes, o a aquellos que vienen con algún diagnóstico, a otros, dar recomendaciones a profesores o a padres y estar en observación, pero queda un amplio porcentaje sin recibir la atención que podrían necesitar.
Cuando nos hemos referido a la paradoja estriba en la inmensa labor que realiza el orientador generando programas, proyectos, asesoramientos en pro de atender la diversidad pero le faltan los medios para conocer con certeza cuál es esa “normal diversidad”
Herramientas para orientadores que ahorran en tiempo y costes
Mario Criado, orientador educativo del colegio S. Juan de Dios La Goleta, nos comentaba que con la ratio que manejan los orientadores de los centros escolares es imposible atender a todas las necesidades específicas, incluso los profesores dejan de derivar los casos visibles porque son conscientes de la falta de recursos.
Con la herramienta dìde para la detección temprana de hasta treinta y cinco indicadores que abarcan dificultades de aprendizaje, de desarrollo, emocionales, comportamentales y en edades comprendidas entre dos y dieciocho años no queda porcentaje de menores sin valorar, sea su necesidad leve y pasajera, sea constante.
“Hemos apreciado un cambio muy significativo desde la implantación de díde en nuestro centro, sobre todo en la relación con las familias“, el orientador explica la facilidad de uso y cómo dide se adapta a las familias facilitándoles el seguimiento de la metodología. En cuanto a los profesores, continúa Mario, a pesar de las reticencias debido a la saturación que ya padecen, se han dado cuenta de que con díde observan mejor a los alumnos y descubren que con sus observaciones pueden identificar oportunidades de mejora que favorecerán, sin duda, el futuro y bienestar del menor.
Los profesionales de la orientación valoran muy positivamente la facilidad de uso y rapidez, así como el hecho de ser una herramienta de cribado participativa, ya que incluye todos los observadores que quieran intervenir de todos los ámbitos del menor y sin que este colabore ni realice ningún cuestionario.
Tal y como expresan los profesionales que ya han puesto en marcha el nuevo sistema de detección dìde el beneficio ha sido cuantitativo y cualitativo, en tiempo, en coste económico pero especialmente en saber de verdad cuáles son las necesidades reales de sus alumnos y a partir de ahí cómo trabajar para su pleno desarrollo en una educación inclusiva. También les ha sido de utilidad el instrumento dìde para rectificar diagnósticos erróneos en algunos menores. Han ganado espacio, comunicación y cooperación con las familias ya que el sistema dìde permite este flujo de interacción por el bien superior del menor. Otra ventaja que le aporta la herramienta digital dìde a los profesionales son los informes de pautas para padres y profesores que se genera conjuntamente y de forma inmediata con los informes de resultados.
Estamos satisfechos y siempre en constante evolución de poder contribuir con la misión de que todo niño sea adecuadamente atendido en su necesidad real y reciba una educación inclusiva.
Cualquier pequeño cambio puede llevar a una gran transformación. “El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en la otra parte del mundo”.
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